martes, 25 de mayo de 2010

FILOSOFÌA ALANISTA,UNA FILOSOFÌA DE LA PATADA



.Por Fernando Rospigliosi
frospigliosi@larepublica.com.pe

El presidente Alan García no solo cambió el populismo por la ortodoxia económica. Ahora ha adoptado una nueva filosofía: obras y más obras.

Entre los varios cambios que experimentó Alan García respecto a su primer gobierno (1985-90), el que más ha sido destacado es, sin duda, el abandono del populismo y su reemplazo por la ortodoxia.

García atribuye el desastre en que terminó su gestión a la hiperinflación y al empobrecimiento general del país provocados por su política económica heterodoxa. Ahora ha actuado cuidadosamente en este campo, para lo cual ha puesto al frente del Ministerio de Economía y Finanzas y el Banco Central de Reserva a técnicos liberales y políticamente independientes.

Sabe perfectamente que sus compañeros de partido –los que manejaron la economía en su primer periodo– son ineptos y obsecuentes.

Pero otro cambio importante, que no ha sido relevado, es la concepción de la política que ha asumido García en el ocaso de su carrera. Finalmente, ha adoptado las ideas simplistas y estrechas de dictadores como Manuel Odría y Alberto Fujimori.

Obras y no palabras

El sábado 15, en una inauguración en San Juan de Miraflores, expresó con toda claridad su nueva filosofía (y la del aprismo, por consiguiente):

“Al pueblo no le interesa más que la obras, y no los discursos ni las discusiones en las tribunas y el Congreso. Al pueblo no le interesan los titulares de escándalo, sino saber quién le da luz, asfalto, quién le mejora su barrio y le presta para hacer su casa. Esa es la verdadera política social y popular”. (“Presidente García pide abrir paso a las obras y dejar de lado la politiquería”, Andina, 15.5.10).

No hay ningún lapsus ni error. Esa es la idea que tiene hoy García de la política, idea que viene expresando desde hace algún tiempo y que es coherente con su actuación cotidiana.

“Al pueblo no le interesa más que las obras”, recalca el presidente. No es que también le interesen las obras, sino eso es lo único que le interesa. Eso es lo que cree el García del siglo XXI.

Paternalismo y clientelismo

Al pueblo le interesa “saber quién le da”. Otra idea clave que se complementa enteramente con la actitud de amplios sectores populares acostumbrados a pedir, a extender la mano y recibir.

El patrón le da, el vasallo o cliente recibe.

El presidente, el gobierno, no son representantes del pueblo para administrar y gestionar los recursos del Estado que provienen de los impuestos que pagan los ciudadanos. Son patrones que mandan y disponen de los bienes públicos como les da la gana. Si son buenos, le dan al pueblo lo que más agradece, obras.

Roba pero hace obra

“Al pueblo no le interesan los titulares de escándalo”, dice García. Se refiere, obviamente, a las denuncias de corrupción de las últimas semanas. En realidad, a los escándalos que han jalonado todo su gobierno.

García ha hecho enteramente suya la extendida percepción de que todos los políticos son ladrones y que, por tanto, son mejores los que roban y hacen obra que los que roban y no hacen nada.

Naturalmente, no se puede esperar una política anticorrupción de un gobierno corrupto que cree que ese es un tema que no le importa al pueblo sino a un puñado de excéntricos caviares, y que por tanto no tiene importantes implicancias políticas y electorales.

Para que no quede duda alguna, lo reiteró varias veces en ese discurso:

“Esa es la política que predicamos, es la política de obras, el lenguaje de obras. Basta ya de palabrería y politiquería. Abran paso a las obras que es lo que quiere el pueblo y por lo que vota el pueblo”. (Andina, 15.5.10).

La única política es la de las obras, el resto es palabrería y politiquería. El pueblo vota solo por las obras. ¿Quedó claro?

Reformas al tacho

Por supuesto, en una concepción de la política como la de Alan García no cuentan cosas como por ejemplo las reformas institucionales. Cambiar el Poder Judicial, la educación, las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, no son obras tangibles, que la gente vea.

La calidad de la educación, la seguridad ciudadana, una justicia honesta e imparcial, son extravagancias y ridiculeces de caviares, politiquería insustancial, palabrería aburrida.

Lo que importa es el cemento, el asfalto, lo que se ve y permanece.

Por los siglos de los siglos

“Las palabras y los insultos de los políticos se los lleva el aire, nadie se acuerda, pero el cemento la obras, la casa esa se queda por decenios y a veces por siglos”. (Andina, 15.5.10).

Así, García espera pasar a la historia y ser recordado por los peruanos por sus obras, no por la incompetencia y la corrupción que han caracterizado sus dos gobiernos.

Por eso también, su alianza con el fujimorismo está anclada en una concepción similar de la política, no solo en necesidades tácticas.