lunes, 14 de septiembre de 2009

TANGAZOS :ESCUCHE LA LETRA .OIDO A LA MÙSICA

... Yira...




Cuando la suerte qu'es grela
fayando y fayando
te largue parao...
Cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao...
Cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol...

Cuando rajés los tamangos
buscando este mango
que te haga morfar...
La indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recién sentirás.

Verás que todo es mentira
verás que nada es amor
que al mundo nada le importa
Yira... Yira...

Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.

Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao,
después de cinchar,
lo mismo que a mí...
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
te acordarás de este otario
que un día, cansado,
se puso a ladrar.



Adios Muchachos
Carlos Gardel




Adios muchachos, compañeros de mi vida,
Barra querida de aquellos tiempos.
Me toca a mi hoy emprender la retirada,
Debo alejarme de mi buena muchachada.
Adios muchachos. ya me voy y me resigno...
Contra el destino nadie la talla...
Se terminaron para mi todas las farras,
Mi cuerpo enfermo no resiste más...

Acuden a mi mente
Recuerdos de otros tiempos,
De los bellos momentos
Que antaño disfrute,
Cerquita de mi madre,
Santa viejita,
Y de mi noviecita
Que tanto idolatre.
Se acuerdan que era hermosa,
Mas linda que una diosa
Y que, ebrio yo de amor,
Le di mi corazón?
Mas el señor, celoso
De sus encantos,
Hundiendome en el llanto,
Me la llevo.

Es dios el juez supremo.
No hay quien se le resista.
Ya estoy acostumbrado
Su ley a respetar,
Pues mi vida deshizo
Con sus mandatos
Al robarme a mi madre
Y a mi novia también.
Dos lagrimas sinceras
Derramo en mi partida
Por la barra querida
Que nunca me olvido.
Y al darle, mis amigos,
El adiós postrero,
Les doy con toda mi alma,
Mi bendición.

Adios muchachos, compañeros de mi vida,
Barra querida de aquellos tiempos.
Me toca a mi hoy emprender la retirada,
Debo alejarme de mi buena muchachada.
Adios muchachos. ya me voy y me resigno...
Contra el destino nadie la talla...
Se terminaron para mi todas las farras,
Mi cuerpo enfermo no resiste más...

...



Amores De Estudiantes
Carlos Gardel




Amores de estudiantes flores de un dIa son
En unos labios ardientes dejar una promesa Apasionadamente.

Quiero calmar los enojos de aquellos claros ojos
Siempre mintiendo amor
Por un mirar que ruega perder la quietud
Mujercitas sonrientes que juran virtud.

Fantasmas del pasado perfumes de ayer
Que evocare doliente plateando mi sien
Es una boca loca la que hoy me provoca
Hay un collar de amores en mi juventud.

Bandadas de recuerdos de un tiempo
Querido lejano y florido que no olvidare
Hoy un juramento maana una traicin
Amores de estudiante flores de un da son.



Cambalache



Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé,
en el quinientos seis y en el dos mil también;
que siempre ha habido chorros,
maquiávelos y estafáos,
contentos y amargaos, valores y dublé.
Pero que el siglo veinte es un despliegue
de maldá insolente ya no hay quien lo niegue,
vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo todos manoseaos.

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador.
¡Todo es igual, nada es mejor,
lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos ni escalafón,
los inmorales nos han igualao...
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón.

¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón!
Mezclaos con Stavisky van don Bosco y la Mignon,
don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín.
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia contra un bandoneon.

Siglo veinte, cambalache, problemático y febril,
el que no llora no mama y el que no roba es un gil.
¡Dale nomás, dale que va,
que allá en el horno te vamo a encontrar!
¡No pienses más, tirate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao!
Si es lo mismo el que labura
noche y día como un buey
que el que vive de las minas,
que el que mata o el que cura
o está fuera de la ley.


Cuesta Abajo
Carlos Gardel






Si arrastré por este mundo
La verguenza de haber sido
El dolor de ya no ser
Bajo el ala del sombrero.
Cuántas veces, embozada,
Una lágrima asomada yo no pude contener

Si crucé por los caminos
Como un paria que el destino
Se empeño en deshacer

Si fui flojo, si fui ciego,
Solo quiero que hoy comprenda
El valor que representa el coraje de querer.

Era, para mi la vida entera
Como un sol de primavera
Mi esperanza y pasión,
Sabía que en el mundo no cabía.
Toda la humilde alegra de mi pobre corazón

Ahora cuesta abajo en mi rodada
Las ilusiones pasadas
Ya no las puedo arrancar.
Sueño, con el pasado que añoro,
El tiempo viejo que hoy lloro
Y que nunca volverá

Por seguir tras de sus huellas
Yo bebí incansablemente.
En la copa de dolor

Pero nadie comprendía
Que si todo yo le daba
En cada vuelta dejaba
Pedazos de corazón.

Ahora triste en la pendiente,
Solitario y ya vencido,
Yo me quiero confesar,
Si aquella boca mentía,
El amor que me ofrecía,
Por aquellos ojos brujos
Yo habra dado siempre más

Era, para mi la vida entera
Como un sol de primavera
Mi esperanza y pasión,
Sabía que en el mundo no cabía
Toda la humilde alegra de mi pobre corazón


Ahora cuesta abajo en mi rodada
Las ilusiones pasadas
Ya no las puedo arrancar

Sueño, con el pasado que añoro,
El tiempo viejo que hoy lloro
Y que nunca volverá

NUESTRO 11 DE SETIEMBRE

El viernes pasado se recordó el primer 11 de septiembre fatídico de la historia moderna.
Se recordó, con mucho menos respeto del que hubiera sido necesario, el sacrificio de Salvador Allende, un médico que quiso curar el mal de la injusticia y que terminó sitiado por el ultraísmo izquierdista, la conspiración norteamericana, el odio de la derecha fascista de Chile y la traición de los generales institucionalistas, los almirantes hijos de puta, los generales FACH salidos del infierno y los carabineros pobres diablos que se sentían valientísimos a la hora de pegarle a los desarmados.
Fue el 11 de septiembre de 1973. Y se veía venir. Pero lo que vimos esos días, a pesar de lo previsible, fue más de lo podíamos esperar.
En el palacio de La Moneda, roto con misiles aire- tierra, defendido apenas por un puñado de suicidas, el presidente socialista reunió a sus colaboradores y familiares y les exigió que se fueran, que no siguieran allí, entre los humos de las bombas y el zumbido, ya innecesario, de las balas.
El golpe de Estado se había consumado, pero Gustavo Leigh, el chacal de la Fuerza Aérea chilena, seguía cumpliendo las órdenes de Pinochet y sus aviones Hawker Hunter seguían roqueteando lo que quedaba de la sede presidencial.
¡Cuántas veces había yo mirado La Moneda desde el hotel Carrera y había temido esto!
Y adentro, entre aquellos que se negaron a irse, estaba mi amigo, el “Perro” Olivares, el secretario de prensa de don Salvador.
Dos años antes, en 1971, había estado con él y un grupo internacional de periodistas en una noche de Valparaíso.
Buen hombre el “Perro”, que se había ganado el mote por la cara y no por el alma. Nos dijo, en resumen, que Allende estaba entre dos fuerzas que querían la confrontación y que, muchas veces, se sentía tan solo como Juan Manuel Balmaceda, el presidente chileno que, acosado por la oligarquía y el ejército, terminó suicidándose durante la guerra civil de 1891.
Recuerdo que estábamos en una especie de bar enorme y que el “Perro” Olivares nos dijo que él temía que lo peor estaba por venir y que la derecha no iba a tolerar que Allende continuara con las reformas. “Los ricos de este país pudieron con O’Higgins y con Balmaceda. Y están seguros de que podrán con Allende”, sentenció.
Y pudieron. Porque mientras el MIR y el MAPU, y el socialismo del ala Altamirano, provocaban a las Fuerzas Armadas, la derecha, con apoyo de la embajada norteamericana y logística de la CIA (llegaron a fundar una agencia de noticias que servía de tapadera y se llamaba Orbe), tramaba la masacre.
Y la tramó bien. El 11 de septiembre de 1973, seis horas después de que la flota de Valparaíso se hiciera a la mar anunciando lo que se venía, Allende se encerró en una habitación del humeante palacio, se sentó en uno de esos sillones donde había tenido que sentarse en los últimos tres años - un falso Luis XV tapizado en terciopelo cardenalicio-, cogió la ametralladora que le había regalado Fidel Castro -con la que había disparado simbólicamente a los blindados que desmoronaban el ala que daba a la calle Morandé-, se puso el arma entre las rodillas, el cañón apuntando casi la garganta, y disparó.
No, él no saldría vivo de La Moneda. No pediría perdón, ni pondría las manos en la nuca, ni tramitaría su asilo en alguna embajada compasiva. La izquierda, carajo, también, pensaba, debe hacer historia y debe dar ejemplos.
La canalla ultraizquierdista que le hizo la vida imposible empezaba, a esa hora, a ser cazada y exterminada por el fascismo que ella misma ayudó a despertar. El hombre que hizo todo lo posible para que el socialismo tuviera un rostro nuevo se volaba la tapa del cráneo.
El hombre latinoamericano más decente del siglo XX, Salvador Allende, terminaba con honor lo que había empezado con generosidad.
Y nosotros nunca seríamos los mismos.
Y ese es el 11 de septiembre que más nos dolerá.
Porque lo de las torres gemelas fue espantoso pero, al fin y al cabo, fue obra de una secta tanática que dice ser respuesta a las atrocidades que Israel y los Estados Unidos perpetran el Medio Oriente hace cuarenta años.
Lo de Allende y lo que vino después fue, en cambio, obra del Departamento de Estado de los Estados Unidos, de las Fuerzas Armadas de Chile, del Partido Nacional y del Partido Demócrata Cristiano de Chile. Fue, digamos, una masacre oficial.

Publicado por César Hildebrandt

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