viernes, 14 de mayo de 2010

CITAS DEL GRAN BUKOWSKI




Escritos de un viejo indecente (1969)

"Si quieres saber quienes son tus amigos, haz que te metan en la cárcel."
"Un intelectual es el que dice una cosa simple de un modo complicado; Un artista es el que dice una cosa complicada de un modo simple."
"La diferencia entre un valiente y un cobarde, es que un cobarde se lo piensa dos veces antes de saltar a la jaula con un león. El valiente simplemente no sabe lo que es un león. Solo cree que lo sabe."
"El conocimiento si no se sabe aplicar es peor que la ignorancia."
"El individuo bien equilibrado está loco."
"El culo es la cara del alma del sexo."
"Todos tenemos miedo a ser maricas. Estoy harto de eso. Quizás debiéramos volvernos todos maricas y tranquilizarnos. No agarrar el cinturón como Jack (Jack Kerouac). Pero Jack, es bueno, para variar. Hay demasiada gente con miedo a hablar contra los maricas, intelectualmente. Lo mismo que hay demasiada gente que tiene miedo a hablar contra la izquierda, intelectualmente. No me preocupa el rumbo que tome el asunto, solo sé que hay demasiada gente con miedo."
"Cuando amor es una orden, odio se puede convertir en un placer."
"Quizás lo encontremos al morir. Quizás no. Tenéis vuestros libros de filosofía, vuestros sacerdotes, vuestro predicador, vuestro científico, así que no me lo preguntéis a mí. "
"La relación sexual es darle patadas en el culo a la muerte mientras cantas."
"Cuando los hombre controlen los gobiernos, los hombres no necesitarán gobiernos. Hasta entonces estamos jodidos."
"En todas partes nos aferramos a las paredes del mundo, y en lo más profundo de la resaca, pienso en dos amigos que me aconsejaron varios métodos de suicidio. ¿Qué mejor prueba de amorosa camaradería?"
"Soy un raro. No puedo soportar al ser humano en su estado actual, he de ser engañado. Los psiquiatras deben tener un término para designar eso, yo también lo tengo para los psiquiatras."
"Estaba demasiado trompa para gemir; sólo sentía la mordiente y salvaje tristeza de otra cosa buena perdida para siempre."
"Y el maldito sol estaba podrido. Traía las mismas flores viejas, las mismas chicas viejas de todas partes."



Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones (1972)
"Pueden salir cosas buenas de no saber demasiado"
[editar] La máquina de follar (1974)
"Poulon era muy raro. Era uno de esos hombres inteligentes capaces de morir sin soltar prenda... y quizás por eso seguía aquel camino. Sólo un zoquete tiene bolsas llenas de consejos y respuestas a todas las preguntas."
"Sí, lo soy. Un cobarde es un hombre capaz de prever el futuro. un valiente es casi siempre un hombre sin imaginación"
" Tan preocupado está mi amigo por desgajar de mis huesos la carne de mi alma que apenas parece pensar en su propia existencia."
" Juegos de niños. Eso es todo lo que hace la gente, juegos de niños. Van del coño a la tumba sin que les roce siquiera el horror de la vida."
" Un viaje(LSD) exige un hombre que aún no esté enjaulado, un hombre aún no jodido por el gran miedo que hace funcionar toda la sociedad."
" Dale algo al género humano y lo rasparán y lo arañarán y lo machacarán"

[ Factotum (1975)
"Mi ambición está limitada por mi pereza."
"Es increíble lo que un hombre tiene que llegar a hacer sólo para poder comer, dormir y vestirse."
"Eso era todo lo que un hombre necesitaba: esperanza. Era la falta de esperanza lo que hundía a un hombre."
"Traté de convertirte en mujer pero no eres más que una puta."
Mujeres (1978)
"Las personas amorales se sentían más libres, pero carecían de la capacidad de sentir o amar."
"A mí siempre me han puesto cachondo las resacas, no para besar ni chupar, sino para echar un polvo sin contemplaciones."
"El tráfico fluía inacabable como una procesionaria."
"La educación era la nueva divinidad, y los hombres educados los nuevos poderosos educados."
"Las partes buenas de nuestra relación eran como una rata revolviéndose y mordiéndome en el estómago."
"Siempre me ponía nervioso antes de una lectura, muy tenso y desasosegado. Casi siempre vomitaba. Entonces lo hice. Vomité sobre una de las tumbas."
"Una vez que una mujer te da la espalda, olvídala: te aman y de repente algo se da la vuelta. Te pueden ver muriéndote en una cuneta, atropellado por un coche y pasarán a tu lado escupiéndote."
"Hicimos una parada para comprar licor, hielo y cigarrillos, luego regresamos al apartamento. Su única copa había puesto a Cecilia soltando risas y hablando sin parar. Ahora estaba explicándonos que los animales también tenían alma. Nadie se lo discutió. Era posible, lo sabíamos. De lo que no estábamos tan seguros era de si la teníamos nosotros."
"Ese es el problema con la bebida, pensé, mientras me servía un trago. Si ocurre algo malo, bebes para olvidarlo; si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo; y si no pasa nada, bebes para que pase algo."
"Mientras los hombres veían el futbol o bebían cerveza o jugaban a los bolos, ellas, las mujeres, pensaban en nosotros, concentrándose, estudiando, decidiendo, si aceptarnos, descartarnos, cambiarnos, matarnos o simplemente abandonarnos. Al final no importaba, hicieran lo que hicieran, acabábamos locos y solos."
"Estaba constantemente cachondo y me masturbaba continuamente. Le hacía el amor a Lydia y luego por la mañana volvía mi casa y me masturbaba. El pensamiento del sexo como algo prohibido me excitaba más allá de toda razón. Era como un animal aplastando a otro hasta la sumisión. Cuando me corría sentía como si fuera en la cara de todo lo decente, blanca esperma resbalando por las cabezas y almas de mis padres muertos. Si hubiera nacido mujer seguro que hubiera sido prostituta. Como había nacido hombre, anhelaba constantemente mujeres, cuanto más guarras mejor. Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía, quería conservarlo para mí. Básicamente deseaba prostitutas porque eran duras, sin esperanzas, y no pedían nada personal. Nada se perdía cuando ellas se iban. Pero al mismo tiempo soñaba con una mujer buena y cariñosa, a pesar de lo que me pudiera costar. De cualquier manera estaba perdido. Un hombre fuerte pasaría de ambos tipos. Yo no era un hombre fuerte. Así que continuaba bregando con las mujeres, con la idea de las mujeres."


Hollywood (1989)

"Que no te engañen, chico. La vida empieza a los sesenta."
"La vida era estupenda. Lo único que uno tenía que hacer en ese pequeño mundo suyo era ser escritor o artista o bailarín y quedarse sentado o ir por ahí, inhalando y exhalando, bebiendo vino, simulando que uno sabe qué coño pasa."
"— ¿En qué has pensado?
— Es sobre un borracho. Lo único que hace es estar sentado día y noche en el taburete de un bar.
— Pero ¿tu crees que a la gente le va a interesar un tipo así?
— Mira, Jon, si me preocupara sobre lo que le interesa a la gente, nunca escribiría nada."
"Ahora, después de décadas, era un escritor con escritorio. Sí, sentí el temor, el temor de volverme como ellos"
"— Esa es tu respuesta a todo: Beber.
— No, esa es mi respuesta a la nada."
"— ¿Cómo va eso?
— Mi gente habla demasiado...
— Beben demasiado...
— No, no pueden beber demasiado. Nunca es suficiente..."
"A mí cada vez que alguien me hablaba me entraban ganas de tirarme por la ventana o de escapar en el ascensor. La gente, simplemente, no me resultaba interesante. Quizá no tenía por qué serlo. Pero los animales, los pájaros, incluso los insectos lo eran. No podía entenderlo."
"Pasaron los creditos con las fichas técnicas. Entonces apareció mi nombre. Yo era parte de Hollywood, aunque fuese por un pequeño instante. Era culpable."
"Nunca creí que mis críticos fuesen otra cosa más que gilipollas. Si el mundo dura hasta el próximo siglo ahí estaré yo todavía, pero los viejos críticos estarán muertos y olvidados y sólo habrán servido para ser reemplazados por nuevos críticos, nuevos gilipollas."
"— ¿Beber no es una enfermedad?
— Respirar es una enfermedad.
— ¿No le parecen repugnantes los borrachos?
— Sí, la mayoría lo son. Al igual que la mayoría de los abstemios."


[Otras
"La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes."
"Siempre esperaba que la bibliotecaria me dijera: "Que buen gusto tiene usted, joven." Pero la vieja puta ni siquiera sabía quién era ella, cómo iba a saber quién era yo."
Extraído de El Incendio de un Sueño.
"— ¿Por qué no te buscas un trabajo decente?
— No hay ningún trabajo decente. Si un escritor abandona la creación, está muerto.
— ¡Oh, vamos, Carl! Hay millones de personas en el mundo que no trabajan en la creación. ¿Quieres decir que están muertas?
— Sí."
Extraído de No puedes escribir una historia de amor.
"¿Qué es el amor? El amor es una niebla que quema con la primera luz del día de la realidad."
Extraído de una entrevista.

EL SUICIDIO : A.ALVAREZ,EL DIOS SALVAJE




El Dios salvaje

EL SUICIDIO EL ACTO MÀS DESESPERADO Y A LA VEZ EL MÀS LIBRE DE LOS SERES HUMANOS


Al Alvarez, El dios salvaje, traducción de Marcelo Cohen, Emecé, Barcelona, 2003, 294 pp.

El poeta y ensayista inglés Al Alvarez (1929) intentó suicidarse el día de Navidad de 1961, "un día por el que hay que abrirse paso con cuidado infinito, como por un campo minado". Amigo personal de Sylvia Plath cuando ésta se quita la vida a principios de 1963, Al Alvarez, entonces crítico literario de The Observer, se da cuenta de que, a pesar de comprenderlo, no sabe nada de ese acto. Inicia entonces un proceso de documentación y reflexión personal que culmina en 1971 con la escritura del ensayo El dios salvaje, un intento de descubrir la raíz o el motivo del suicidio.
"Quiero que el libro empiece como acaba, con la expresión detallada de un caso, de modo que las teorías o abstracciones que siguen estén, hasta cierto punto, arraigadas en lo humano particular." De este modo Alvarez logra una configuración narrativa cuya escritura asume el riesgo de ser propia, de avanzar en la nebulosa de un misterio en el que pocos se han adentrado más allá de la revisión histórica o científica, aunque en algunos casos con aportaciones tan documentadas como la reciente Historia del suicidio en Occidente de Ramón Andrés. Pero no es éste el único mérito de El dios salvaje. También logra, desde una perspectiva literaria, concentrar su sensibilidad en la disección del misterio del suicidio sin traicionar su enigmática naturaleza, su cualidad de acto que no tiene explicación. "En vez de ofrecer respuesta, sencillamente he intentado contrapesar dos prejuicios: el tono religioso que desprecia el suicidio y la moda científica que lo investiga pero le niega cualquier significado." A partir de ahí, Alvarez realiza una perfecta anatomía del más desesperado y, supuestamente, más libre de los actos humanos.
El dios salvaje toma cuerpo a partir de dos premisas: la historia del acto del suicidio y sus extrañas transformaciones en la cultura occidental. Tomando como ejemplo un caso registrado en la prensa londinense de 1860, en el que es ejecutado en la horca un hombre que se había cortado la garganta pero al que habían salvado de morir, Alvarez se pregunta por qué un gesto tan esencialmente privado inspiraría a lo largo de la historia un miedo supersticioso tan primitivo. El terror a los suicidas en la Europa cristiana fue más duradero que el miedo a los vampiros, miedo proporcional al salvajismo de la ley para con el cadáver, propiedades y familia del suicida. Alvarez percibe que cuanto más perfeccionada y racional se vuelve una sociedad, más se aleja de los miedos primitivos y más fácilmente tolera el suicidio: los griegos clásicos vacían el suicidio de todos los horrores primitivos y, de modo paulatino, pasan a discutir el asunto más o menos racionalmente, mientras que el estoicismo romano hace hincapié en la forma elegida de marcharse como prueba práctica de excelencia y virtud. El cristianismo, en sus orígenes como religión de los más pobres y rechazados, recoge ese ideal estoico de la serenidad y asume el suicidio como una especie de corolario que no tardó en proyectarse como deseo de martirio. Pioneros de las tácticas del integrismo más radical, asumen la muerte como una liberación recompensada con el paraíso y, por tanto, empiezan a buscarla con impaciencia. "O sea que cuanto más poderosamente la Iglesia inoculaba a los creyentes la idea de que este mundo era un valle de lágrimas, pecado y tentaciones, donde esperaban de mala gana que la muerte les franqueara el paso a la gloria eterna, más irresistible se hacía el deseo de suicidarse." Hay en ello, de todos modos, una especie de valentía glacial que Susan Sontag recordaba a raíz de los atentados del 11-s, cuando escribía en un artículo que a los terroristas suicidas se les podría tildar de todo menos de cobardes. "Idiota" fue el calificativo más suave que le llovió encima e incluso hubo quien propuso confinarla al desierto. Qué poco sabemos de nosotros mismos.
Pero los excesos de los presuntos mártires y la amplia autoridad de San Agustín, nos recuerda Alvarez, acabaron por inclinar la opinión en contra del suicidio: "La puerta se había cerrado de golpe. Lo que para los romanos fuera alternativa decente, y para los cristianos primitivos llave de entrada al Paraíso, se transformaba en el más mortal de los pecados". Parece que no tenía sentido amar al prójimo como a uno mismo si estaba permitido matarse. El cambio no llegaría hasta la contrarrevolución científica, momento en que el suicido deja de ser la expresión de facultades individuales e independientes para comenzar a ser estudiado como fenómeno social, pero como un problema sociológico abstracto, desvinculado de lo afectivo, del mundo humano de las emociones, a salvo en el pabellón aislado de la ciencia.
Tras el análisis de las dimensiones históricas y sociológicas del misterio del suicidio, Alvarez inicia el tramo más personal de su recorrido desde una perspectiva más filosófica y literaria. Empieza por desentrañar las falacias que aún persisten en torno al acto de quitarse la vida y revisa el poder que ha ejercido en la imaginación creadora, desde Dante al arte actual, pasando por John Donne, Thomas Chatterton, Las tribulaciones del joven Werther, Dostoyevski, el dadaísmo, Camus, los escritores internados en los campos de concentración nazis y de nuevo Sylvia Plath. Las primeras páginas de El dios salvaje reconstruyen la muerte de la autora de Ariel (dedicado precisamente a Al Alvarez) en una austera narración literaria que encuentra su epílogo en la aportación personal del autor como suicida frustrado, de nuevo desde una sobriedad y elegancia jamesianas muy alejadas de la mixtificación romántica de la muerte voluntaria.
"Si bien el suicidio todavía es sospechoso, en los últimos ochenta y tantos años ha habido un cambio de tono [...] Sigue vigente el prejuicio, pero hoy parecen menos obvios los principios religiosos que en otro tiempo lo dignificaron. Como consecuencia, los detractores han modificado el tono de denuncia justa. Lo que en un tiempo fue pecado mortal se ha vuelto vicio privado, un secretito sucio más, inconfesable y levemente salaz, menos autoasesinato que maltrato." Para ello, las diversas teorías que pacientemente desgrana Alvarez ayudaron a desenredar la maraña de motivos y definir esa profunda ambigüedad del deseo de morir, pero no logran decir mucho de lo que significa ser suicida y de lo que se siente. "Soy un suicida frustrado. Es una confesión triste, pues en realidad, se diría, nada más fácil que quitarse la vida." Es ahí donde Alvarez se apoya en su propia experiencia y se adentra en ese mundo cerrado de una lógica propia e irresistible. "Es como la irrebatible lógica de la pesadilla, o como la fantasía científica de verse súbitamente proyectado a otra dimensión: todo cobra sentido y sigue reglas estrictas; pero al mismo tiempo es diferente, está pervertido, cabeza abajo. En cuanto alguien decide matarse entra en un mundo hermético, impermeable pero totalmente convincente donde todos los detalles encajan y cualquier incidente refuerza la decisión." Alvarez relata su propia experiencia de ese mundo sin ventilación ni salidas del que le salvó la casualidad. Había tenido casi que morir para poder crecer: "Una vez hube aceptado que nunca habría respuestas, ni siquiera en la muerte, descubrí sorprendido que ya no me importaba mucho si era feliz o infeliz; ya no existían los problemas ni el problema de los problemas. Y eso en sí era el comienzo de la felicidad". Difícilmente estas palabras salvarán la vida de nadie que haya decidido quitarse de en medio, siempre hay razones particulares para que una persona decida morir. Pero quizá libros como El dios salvaje, precisamente por situarse en las antípodas de la autoayuda, reafirman la vida como combate y, de algún modo, instan a él. -

FRAGMENTOS :

" Cuando yo iba al colegio había un profesor de física, inusualmente apacible y bastante desorganizado, que se la pasaba hablando en broma del suicidio. Era un hombre bajito de ancha cara rojiza, gran cabeza cubierta de rizos grises y una sonrisa permanentemente atribulada. Se decía que en Cambridge, contrario a la mayoría de sus colegas, había obtenido en su asignatura la nota más alta. Un día, hacia el final de una clase, señaló tenuemente que quien quisiera cortarse la garganta debía cuidarse de meter primero la cabeza en una bolsa, pues de lo contrario dejaría todo hecho un desastre. Todo el mundo se rió. Luego sonó el timbre de la una y todos los muchachos salimos en tropel a almorzar. El profesor de física se fue en bicicleta a su casa, metió la cabeza en una bolsa y se cortó la garganta. No dejó un gran desastre. Yo quedé tremendamente impresionado.
(...)

Después de todo esto debo admitir que soy un suicida frustrado. Es una confesión triste, pues en realidad, no hay nada más fácil que quitarse la vida.
(...)

Yo preparé el acto cuidadosamente, durante largo tiempo, con una suerte de pertinacia ciega. Tal constancia tenía como centro único de mi vida que todo lo demás se volvió irrelevante, mera diversión. Todo arrebato esporádico de trabajo, todo éxito o decepción menor, cualquier momento de relajación y calma parecían apenas una pausa temporaria en un firme descenso por capa tras capa de la depresión, como el de un ascensor que parase un instante camino al sótano. En ningún punto se me ocurrió bajarme o cambiar la dirección del viaje. Y a pesar de todo nunca lo hice.
(...)

Ya no me consideraba infeliz; sólo "tenía problemas". Manera esta optimista de decirlo, ya que los problemas implican soluciones, mientras que la infelicidad es una condición vital con la cual hay que convivir, como el mal tiempo. Una vez hube aceptado que nunca habría respuestas, ni siquiera en la muerte, descubrí sorprendido que ya no me importaba mucho si era feliz o infeliz; ya no existían "problemas" ni "el problema de los problemas". Y eso en sí ya era el comienzo de la felicidad. Hoy parece ridículo haber aprendido tal perogrullada de una forma tan dura, haber tenido casi que morir para poder crecer. "